sábado, 14 de abril de 2012

¿Soy Bueno?


Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquellos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya.

De esta forma comienza su delirante confesión Pascual Duarte, protagonista de la novela de tintes tremendistas escrita por la pluma del nobel de literatura español Camilo José Cela. Una lectura atenta del texto nos lleva a creer que dependemos del destino: unos hombres nacen para el desastre y otros hombres nacen para la gloria. El destino reparte suerte. Es como si la malicia solamente perteneciese a los hombres malos. La Biblia, Palabra de Dios, nos dice lo siguiente:

Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno;
No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios.
Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, 
no hay ni siquiera uno.
Sepulcro abierto 
es su garganta;
Con su lengua engañan.
Veneno de áspides hay debajo 
de sus labios; 
Su boca está llena 
de maldición y de amargura.
Sus pies se apresuran para derramar sangre;
Quebranto y desventura hay en sus caminos;
Y no conocieron camino de paz.
No hay temor de Dios delante de sus ojos.
Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
Romanos 3:10-20

Para Dios todos estamos cortados por las mismas tijeras. No hay ni uno justo. No hay quien haga lo bueno. ¿Ni siquiera uno?

Todos en mayor o menor medida y en algún momento de la vida nos visto buenos. Quizá te hayas oído a ti mismo decir estas frases: "Yo no necesito cambiar pero mi vecino..." "Soy buena persona, no he matado a nadie". Si te comparas con ciertas personas puedes salir ganando moralmente. El problema de esta vara de medir es relativa e ineficaz. Nadie sabe de qué sería capaz en una situación dada. Si nos comparamos con JESÚS, el único que fue justo y bueno 100%, salimos perdiendo. EL LISTÓN SE NOS QUEDA INFINÍTAMENTE ALTO.

Esto es tan cierto que Dios demanda que aquel que se quiera acercar a Él debe tener las mismas características que Jesucristo. Cristo fue perfecto en todos los niveles de la vida. Nadie le pudo acusar jamás de algo inmoral. La palabra pecado no existía en el diccionario de Jesús.

Amigo lector tengo una mala, malísima noticia: si no eres como Jesús Dios no quiere nada contigo. La razón es que a los ojos de Dios no eres justo ni bueno porque has pecado incumpliendo su Ley. La Ley de Dios nos enseña que idolatrar, tomar el Nombre de Dios en vano, deshonrar a los padres, matar, adulterar, hurtar, falsear la verdad y codiciar nos separa de Dios. El panorama es bastante desolador. ¿HAY ESPERANZA?

La justicia de Dios reclama satisfacción. Has pecado y de esta forma has agraviado profundamente a Dios. ¿Qué puedes hacer para pagar tu delito?
NADA, ABSOLUTAMENTE NADA. Puedes ser la persona más bondadosa del mundo, la más caritativa, la que más se preocupe por los demás, la más religiosa pero aún el listón está alto. Lee lo que la Biblia nos dice:

Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.  Isaías 64:6

Querido lector tengo una buena, buenísima noticia: Dios tiene la última palabra. Haciendo lo que Él te dice tienes escapatoria. Dios Padre envió a Jesús, su Hijo, para pagar por tus delitos (pecados). Cristo murió en la cruz para satisfacer la justicia de Dios: todo delito debe ser pagado por quien pueda satisfacerlo plenamente. En este caso el único que estaba capacitado era su Hijo. Jesús se interpuso entre Dios Padre y nosotros para que pudiésemos librarnos de la muerte y separación de Dios eternamente.

¿CUÁL ES TU PARTE?



Arrepiéntete de tus pecados. Arrepentirse es dar un giro en tu vida de 180 grados. 
Si vives en adulterio, 
en borracheras, drogas, mentira, odio y un sin fin de pecados los dejas porque reconoces que Dios no quiere eso para ti. Ora a Dios de esta forma:

Dios mío, aunque me creía bueno sé que no lo soy porque no soy igual que Jesús y ahora me doy cuenta que el pecado es hacer aquello que te duele. Gracias por amarme y proveer de la forma para salvarme. Me arrepiento de mis pecados que me han separado de Ti. Quiero comenzar una nueva vida contigo. En el Nombre de tu Hijo Jesucristo. Amén.

Esta simple oración, dicha con sinceridad, de corazón, te abre el camino al Cielo. No es por que seas bueno es porque Dios quiere compartirlo contigo. Reúnete en una Iglesia con con gente que ha creído como tú. Así harás crecer tu fe. Lee la Biblia para conocer más a Dios y ora a Dios haciéndole partícipe de tus temores y anhelos.

Si te sigues creyendo bueno, sinceramente tienes un gran problema: LA SOBERBIA. Jesús vino a salvar a enfermos. Jesús está disponible para personas que le buscan de corazón. Si te crees bueno, si piensas que esto es un cuento chino, me siento triste por tu ceguera espiritual. Pido a Dios que te ilumine el entendimiento. Si hoy te presentaras ante Dios, ¿qué le llevarías? Logros, títulos, riquezas, buenas obras. Nada de esto le sirve a Dios para que entres al Cielo. Dios te preguntará ¿CREÍSTE EN MI HIJO JESÚS COMO SEÑOR DE TU VIDA Y SALVADOR DE TUS PECADOS?

Lo importante no es cuan bueno soy sino cuan bueno es Dios.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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