sábado, 9 de marzo de 2013

Caída Libre


No me puedo explicar cómo hay gente que tiene valor para saltar en paracaídas, tirarse de un puente, escalar montañas, submarinismo a pulmón (natural y artificial), hacer alarde de acrobacias sin red que lo proteja y un largo etcétera de bravuconadas que hacen correr la adrenalina a 500 kilómetros por hora en la corriente sanguínea. ¡Pánico me da! Llamadme miedoso, pero es que no lo entiendo. Puedo comprender que las emociones fuertes gusten solo que las mías deben estar a la altura existente entre las suelas de mis zapatos y el suelo. Creo que sería el capitán perfecto en el caso de naufragar mi barco, tenlo por seguro ¡nunca abandonaría el barco! Les llaman valientes y creo firmemente que lo son. Pero, en otro orden de cosas, qué me dices de los que viven saltándose a la torera las normas establecidas por el simple hecho de arriesgados y de camino poner a otros en peligro. Conducir en dirección contraria por la autopista, juegos de rol, humillar a los emigrantes grabándolos con el fin de colgarlos en internet y, nuevamente, un largo etcétera de bravuconadas para sentirse superior a otros. El valor tiene su lado positivo y su lado oscuro. Muy oscuro.


Todos tenemos un lado oscuro. Este lado de nuestro ser sale a la luz cuando lo esperas y cuando no lo esperas. Por ejemplo, hace unas semanas cometí un error conduciendo y le di un buen susto a otro conductor. Al querer incorporarme al carril de la derecha no lo vi, ya que estaba metido en el ángulo muerto del coche. El buen muchacho me dijo de todo menos bonito. Los ojos parecían saltárseles de las órbitas. Pensé que si a la luz es capaz de mostrar ese mal carácter, no sé de qué será capaz en la intimidad de su casa cuando pille un rebote con algún familiar. Quiera Dios que un día encuentre la paz que tanto necesita ese joven. El tráfico tiene la habilidad de sacar lo oscuro de cada uno. ¡Yo nunca cometo errores, son los otros! Es el pensamiento que nos sale de lo profundo del alma. Solemos ser condescendientes con los errores propios para pasar a ser intransigentes con los errores ajenos. Por desgracia he tenido varias experiencias agrias en este sentido.

Permítanme la expresión, pero Jesús las pasó canutas por culpa de nuestro lado oscuro. Caminó a nuestro lado viviendo entre nosotros como uno más pero con las ideas claras en cuanto a lo que enfrentaba. Jesús no era un inconsciente y conocía lo que había en el hombre.

Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, oiga. Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola. El les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos. Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre. (Marcos 7:14-23)

Es divertido y todo un logro (aunque no lo sea para mí) llevar una vida de acrobacia en acrobacia pero, creo que es entendible, llevar una vida sacando lo malo del corazón es patético. La Biblia llama a toda la lista que enumera Jesús pecado. La enseñanza de Cristo es clara: lo que va al váter no causa daño; lo que nace del corazón del hombre y sale por su boca si hace daño. «Yo no le he hecho mal a nadie», podrías decir. A ver, a ver... ¿has tenido malos pensamientos? ¿has adulterado aunque sea solamente de pensamiento? ¿has asesinado a alguien aunque solamente sea humillándolo? ¿has hurtado? ¿has tenido avaricia? ¿has obrado con maldad? ¿has engañado? ¿y qué de la lascivia frente a la pornografía en televisión e internet? ¿y que de la envidia frente a los que piensas que tienen más que tú? ¿y qué del uso de la calumnia? ¿has actuado con soberbia? ¿cuántas veces habrás actuado con insensatez? 


Somos unas máquinas que destrozan aquello que tocan. TODOS HEMOS PECADO. Todos dimos un salto al vacío en pro de ser libres de Dios. Pecado es todo aquello que en beneficio del libertinaje hacemos contra lo que Dios estableció. El gran problema es que en nuestra caída libre el paracaídas no se abrió, la cuerda se partió, el arnés cedió, el barco se hundió y nos sobrevino el gran descalabro ya que nos matamos en nuestro intento idealista de pasar del mismo Dios.


Jesús vino a poner remedio a nuestro agravio. Dios nos contempla desde los Cielos y ve en nosotros personas sin rumbo y envió a Jesús a tendernos una mano para reconciliarnos con el Padre. Jesús es el mayor acróbata del universo pues saltó desde los Cielos, Su morada eterna, hasta la tierra y se hizo hombre para comunicarnos el mensaje que le había encargado el Padre. El mensaje es que hay perdón para todos los que tienen malos pensamientos, los adúlteros, las fornicarios, los homicidas, los ladrones, los avariciosos, las maliciosos, los engañadores, los lascivos, los envidiosos, los calumniadores, los soberbios y los insensatos. Si reconoces que te hallas entre ellos ¡Bienvenido al club! Ya somos uno más.


Jesús quiere hacer la diferencia contigo también y rescatarte de tu caída libre particular. Por esa razón murió dando Su vida en una cruz, por amor a ti y a mí. Esa caída te está llevando al infierno, donde Dios ya no puede actuar. Si mueres sin creer en Cristo como único Salvador y Señor te vas a descalabrar. Arrepiéntete de tus pecados frente a Dios, querido lector, pidiéndole que te salve. Lee la Biblia y reúnete en tu ciudad con otros cristianos evangélicos que te ayuden en tus primeros pasos. Cuenta conmigo, si así lo quieres.


La vida aquí no es perfecta porque nuestro pecado lo ensucia todo. Cada vez que pretendemos ser acróbatas morales y éticos nos estrellamos pues, está claro, si no hemos pecado en un punto, hemos pecado en otro. Nadie es perfecto, como se podría decir. Todos somos imperfectos y hemos roto cada uno todos los platos de la vajilla. El que tenga oídos para oír que obedezca, como diría mi Señor y Salvador Jesús.

Déjate caer libremente en Sus brazos.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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