sábado, 6 de abril de 2013

Paz


Este mundo, el nuestro, sigue convulso. Todos los días te encuentras noticias de lo convulso que está. Cada día estoy más convencido de que nos falta un tornillo...o dos. Cuando estudiaba en la escuela primaria el maestro de sociales comentó que la historia es la sucesión de clases, es decir, la clase trabajadora ya no aguanta más y defenestra a la clase dirigente. Después, la clase dirigente pasa a ser clase obrera y la clase obrera pasa a ser dirigente. La primera (la que se convirtió en obrera) cuando llega a estar hasta las narices machaca a la que se ha convertido en dirigente. Y así la historia se repite en un ciclo eterno. Desde que el mundo es mundo, por desgracia, no han faltado guerras. Las guerras son la demostración a gran escala de lo que hay en cada ser humano y hasta dónde podemos llegar si nos dejan. La paz en nuestro planeta es una utopía. Jesús sabía de esto porque el hombre decidió desobedecer a Dios pecando y desde entonces el problema es que en el corazón del ser humano no hay paz. Jesús dijo a sus discípulos: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo." (Juan 14:27)

El mensaje de Jesús ha causado conflictos en el pasado y sigue
trayéndolos aun en nuestros días. Cristo ya lo advirtió: "¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión. Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra." (Lucas 12:51-53). 


Sí, el evangelio con todo lo que conlleva ha traído divisiones en hogares, pueblos y naciones. Entonces, te preguntarás, querido lector ¿De qué paz me está hablando Jesús? Jesús te habla de la paz del corazón que es aquella paz que tiene plena certeza y confianza en Aquel del que salen esas palabras ¡JESÚS! Él les estaba prometiendo a sus discípulos una esperanza eterna en el Cielo porque todo lo que aquí acontece es pasajero y nuestra vida, que es como una gota de agua en medio del océano puede tener paz en que un día, si ha confiado en Jesucristo, morará junto a Él en el Cielo. ¿Has, siquiera, soñado con una paz como esa? Saber que esto, por muy mal que esté, es pasajero, trae paz al corazón.

Es como la mujer que está de parto sufriendo dolores y pasando por
sentimientos contradictorios que solamente ella sería capaz de explicar. Pero algo extraordinario le sucede cuando ve por primera vez a su bebé. De pronto, sucede un milagro, ha olvidado los dolores que la aquejaban; solo hay felicidad en su rostro y un sentimiento profundo y duradero de que ha valido la pena todo el sufrimiento anterior quedando este velado por la felicidad de ser madre. Por la vida hemos pasado por vicisitudes, estamos pasando y pasaremos, no te quepa la menor duda pero hay que mirar más allá. Hay que mirar al dador de paz, Jesús. Te invito a que escuches esta canción que habla de paz, paz en medio de las tormentas de la vida.




Antes apunté que para obtener esta paz inigualable es necesario confiar plenamente en Jesús. ¿Cómo se demuestra esta confianza plena? Creyendo en la obra de salvación que Cristo vino a hacer por ti y arrepintiéndote de los pecados que has cometido por vivir alejado de Dios. La vida tiene sus sinsabores, sé que no te digo nada nuevo, pero no sé cómo te las apañas para amainar los vientos contrarios de la vida, lo que sí sé es que desde que tengo a Cristo en mi vida, y ya son unos cuantos años, no cambio ni un átomo por nada mi decisión de seguirlo. Es impensable para mí otra forma de vida, es más, me dan escalofríos solo de pensarlo. Vivir sin esperanza es lo más terrible que te pueda pasar y la desesperanza es falta de paz en lo más profundo del corazón. Jesús vino a darte salvación y de esta forma reconciliarte con Dios. El pecado trae como consecuencia separación de Dios. La ira del mismo Dios apunta contra todo aquel que vive de espaldas a Su voluntad. Jesús vino a ocupar el lugar que a ti y a mí nos correspondía: la muerte que es la única forma de pago ante el pecado cometido contra Dios y nosotros ni con nuestra muerte podíamos pagar el delito. El amor de Dios por nosotros hizo que pidiera a Su Hijo Jesús que tomara ese lugar y pagara por nuestros pecados. Si quieres ir al Cielo debes haber cumplido con los Diez Mandamientos y si has fallado en alguno ya no puedes ir directamente al Cielo, necesitas que Jesús te salve. Cree en Jesús y arrepiéntete de tus pecados delante de Dios. La infracción no satisfecha está a la espera de juicio y así estás, a la espera de juicio, si rechazas la salvación que Jesús te ofrece amorosamente.

La paz que la sociedad nos ofrece es tan frágil como una pompa de
jabón. Cuanto más avanza la tecnología, la cultura, los recursos y las oportunidades más falta de paz hay en el corazón que se muestra en las chequeras de psiquiatras y psicólogos. Los medicamentos para los trastornos mentales son muy lucrativos y, por lo tanto, se lucha contra el síntoma y no contra lo que lo provoca: la desazón del corazón de la persona. Jesús no vino a cambiar a la sociedad, vino a cambiar el corazón trastornado del hombre. Aquel que quiera cambiar el mundo debe comenzar por mirarse al espejo y cambiar primero su corazón. La mala noticia es que por ti mismo no puedes cambiarlo pues estás incapacitado para ello y la buena noticia es que Jesús sí puede cambiar tu corazón desde lo profundo. Quiera Dios iluminar tus ojos espirituales para que tu corazón clame por la magnífica salvación que trae paz a tu corazón en medio de la tormenta.

Paz es Jesús.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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