sábado, 1 de febrero de 2014

Gominolas

Los días de nuestra vida se han comparado con muchas cosas con la finalidad de mostrarnos lo efímero que son nuestros días en este planeta. Nuestra vida es lo que acaece entre la fecundación (no se asusten los proabortistas) y la muerte. Dar a luz es “mostrar ante todos” la vida que ya existía nueve meses antes en lo secreto del seno materno. Ahora bien, qué hacemos con la vida que Dios nos ha regalado es nuestra responsabilidad ante Dios, nuestros semejantes, y nosotros mismos. Los días son como gominolas que se van consumiendo vorazmente por el apetito insaciable del paso de la vida. Esta es la comparación que me he encontrado esta semana con respecto a la vida, en formato de vídeo. Échale un vistazo.



Dormir, trabajar, estudiar, ver tele, jugar, etc., etc. Cuando nos queremos dar cuenta ya queda poco. Ya se fue. Es como esa máquina tragaperras donde se acumulaban las monedas y eran empujadas por las nuevas monedas que iban introduciendo los jugadores. Las monedas más antiguas caían de forma natural mientras que las nuevas esperaban su turno. Me parece loable que haya personas que motiven a otras a pensar seriamente en lo importante que es vivir de forma razonable. Es que, querido lector, no estamos aquí por casualidad sino con un propósito. De ahí deducimos que no solo debemos vivir para alimentar nuestros instintos básicos: dormir, comer, hacer el amor  o divertirse. ¡Hay más! ¡Mucho más!

Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. (Salmos 90:12)


Lo único que no podemos atesorar es el tiempo, decía uno de mis más queridos maestros. ¡Qué razón tenía! El tiempo es para consumirlo y no para que nos consuma. Dios nos tiene que enseñar a consumir la vida “de tal modo”, como dice el salmista, que seamos buenos administradores de ella y, como traduce la Biblia de Jerusalén, “para que entre la sensatez en nuestra cabeza”.




¿Quién te está enseñando cómo debes agotar tu vida? ¿En tu corazón hay sensatez o insensatez? Según el salmista el Único que puede enseñar a vivir correctamente es Dios. ¿Por qué? Porque Dios es el creador y Diseñador de la vida. Todo lo que existe fue ideado y puesto en práctica por Su Palabra. Tú y yo fuimos un pensamiento en la magnífica mente de Dios que hoy ha visto la luz. Por eso es crucial aprender a vivir de la mano de Dios.


Comparar la vida con gominolas me parece una idea dulce. Sé que Dios desea dulcificar el vivir diario de cada persona, y el tuyo. Por eso nos reta a intimar con Él de forma especial y dulce. Esto me recuerda lo gran, ¿qué digo? Lo grandísima repostera que es mi querida esposa. Ella prepara las mejores tartas del mundo mundial. Si me llamáis exagerado, lo entiendo. ¡No tenéis la suerte de haber probado una de sus tartas! Ella muele el azúcar para hacer azúcar glass, tortura a las nubes de algodón para hacer fondant, mete el bizcocho a no sé cuántos grados y tiempo en el horno, hace figuritas aplastándolas para darle forma sin compasión deshaciéndolas nuevamente si no han salido a su gusto, si entras en la cocina ves las armas de la tortura y a ella, tenebrosamente, ¡más feliz que unas pascuas!… créeme si te digo que en alguna ocasión he escuchado verdaderos lamentos azucarados en la cocina (mazmorra para los dulces) de mi casa, que es la tuya.


Para enseñarnos a vivir Jesús tuvo que morir. De esta forma para nosotros fueron las gominolas y para Dios la tortura. Jesús entró en nuestro mundo para padecer por cada uno de nosotros, pagando a Dios Padre por nuestros pecados. Soy consciente que vivimos inmersos en una sociedad en la cual ya no hay conciencia de lo que es pecado. Si tú eres de los que no lo sabes, te lo explico. Pecado es vivir alejado de lo que Dios ha planeado para ti en esta vida. No contar con Dios, por lo tanto, es pecado y una forma insensata de vivir. Como mi esposa amasa sus tartas, Jesús fue amasado por Su Padre para que por Su sufrimiento fuesen endulzadas las vidas de todos aquellos que se arrepienten de sus pecados y creen en Jesucristo como único Salvador y Señor.


Me encantaría que te tomaras un tiempo para reflexionar en todo esto. Jesús es alguien real que te puede ayudar a pasar por los tragos más amargos de tu vida. Recuerda que Él sufrió en una cruz amargamente para dulcificar tus días. ¡Oh, si tan solo te acercaras a Él y arrepentido le adoraras!


Jesús, que dulce es tu Nombre.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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