sábado, 11 de octubre de 2014

Malicia, Engaño y Flaqueza

Cipriano de Valera fue un monje del monasterio de San Isidoro del Campo, Santiponce, en Sevilla, allá por el siglo XVI. Este personaje histórico es muy conocido entre las filas protestantes por ser el revisor de la traducción de la Biblia en lengua española de su colega Casiodoro de Reina. Valera escribió diferentes libros, tratando diferentes asuntos. Estudiando esta semana uno de esos libros me encontré con su definición de pecado. En la época que le tocó vivir tuvo que luchar en contra de la falsa doctrina de la Iglesia de Roma, y los actos delictivos del Santo Oficio persiguiendo, encarcelando, desposeyendo, martirizando y asesinando a los cristianos y a todo aquel que lo pareciera.

El libro en cuestión es el Tratado Para Confirmar en la Fe Cristiana a los Cautivos en Berbería. Leer este tratado te transporta directamente a la pluma cervantina, por el estilo cuidado y artístico que Valera derrocha en cada una de sus páginas, típico de la cultura escritural de la época. El tratado intenta dar aliento a los que han sido impunemente apresados por la inquisición y se hallan pasando por mucho sufrimiento físico y espiritual. Muchas cosas del tratado llamaron mi atención, pero aquí voy a compartir su concepto de pecado. En todo momento Cipriano de Valera apela a la Biblia como la única fuente para avalar las creencias del cristiano, y como no podía ser de otra forma, extrae su creencia del pecado de la misma Biblia. Para ello escoge el libro de los principios: GÉNESIS.

Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. (Génesis 3:1-6)

Valera divide al pecado en tres apartados: malicia, que es la maldad que Satanás desplegó para seducir a Eva; engaño, en la exageración usada por Eva cuando pronunció “ni le tocaréis”, pues Dios no había dicho tal cosa a ellos; y por último, flaqueza, que es la que exhibió Adán al no oponerse a Eva y probar la fruta. Querido lector, si alguna vez has sido, consciente o inconscientemente, malicioso en contra de alguien, si alguna vez has engañado, o si alguna vez tu flaqueza te ha llevado a hacer lo que no querías, simplemente has pecado y te encuentras por méritos propios en la misma situación que Adán y Eva. ¿Qué situación es esa?

Es una situación de muerte física y espiritual. Dios advirtió de esta situación en el Edén y lo sigue advirtiendo hoy. Desde que nacemos llevamos con nosotros las consecuencias del pecado, y no hay salida para nuestro destino a menos que escojamos bien, contrarrestando el mal que nos hicimos a nosotros mismos el día que desobedecimos a la Ley de Dios. Sí, Dios nos sigue dando a elegir: seguir con nuestras vidas tal y como están ahora, es decir, sin Dios, o obedecer Su llamado al arrepentimiento creyendo en JESUCRISTO, que pagó en la cruz hace como 2014 años por todos los pecados habidos y por haber de la humanidad, incluyendo los tuyos y los míos. Yo me decidí por Cristo y solo faltas tú para seguir llenando el Cielo, no de personas buenas, sino de personas que han roto el yugo del pecado que los tenía atados porque fueron a Jesús para ser liberados.

Pide perdón y arrepiéntete ante Jesús.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

No hay comentarios:

Publicar un comentario