sábado, 6 de mayo de 2017

Engañoso y Perverso

¡Qué contrariedad! Todo apunta al corazón como la fuente del amor y todo lo bueno que emana del ser humano. El amor mueve al mundo, se oye decir, y el motor del amor es el corazón, digo yo. El ideal es el amor que emana de los corazones a modo de película de Hollywood. Al final se llega al destino deseado, se vencen los obstáculos, y el corazón vence aun a la razón. Qué contrariedad: Un mundo que ensalza la razón por encima de la espiritual se rinde ante la subjetividad del corazón. A pesar de todo, somos todo corazón.

Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (Jeremías 17:9)

¡Qué contrariedad! La Biblia nos enseña todo lo contrario. El corazón del hombre es engañoso y perverso en grado sumo, “más que todas las cosas”, dice el profeta Jeremías. Del fondo del corazón salen todos los malos pensamientos que dan a luz cada mala acción y toda perversión. No solo perjudicamos a los demás con nuestro corazón contaminado sino que, además, sin darnos cuenta estamos malogrando nuestra propia situación moral, espiritual y física. Nuestros pensamientos y actos nos condenan.

Nos preguntamos Jeremías, ¿quién lo conocerá? O, ¿Quién puede comprender al corazón? El hombre no llega a entender de forma clara los entresijos del corazón y la mente. No hay ninguna fórmula matemática que lleve a decir que dos más dos son cuatro en estas cuestiones. ¡Hay esperanza! El salmista nos presenta al que sí tiene el conocimiento para responder su pregunta “¿quién lo conocerá?”: Yo el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. (Jeremías 17:10). Dios investiga y examina los más profundos laberintos del corazón. Ante tal escrutinio ninguno sale indemne. Dios inspecciona los corazones para que cada uno reciba su merecido.

Unos versículos antes Jeremías escribe lo que recibirán las personas en pago de sus frutos: Así ha dicho el Señor: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en el Señor, y cuya confianza es el Señor. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto (Jeremías 17:5-8). Aquí no hay ninguna contrariedad: la persona que ponga su corazón en el hombre recibirá condenación y la persona que ponga su corazón en Dios recibirá la salvación.

¿En quién confía tu corazón?


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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